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miércoles, 11 de marzo de 2015

LA INIQUIDAD DE LAS SOMBRAS (13) por Daniel Barragán

INTERLUDIO (4)

Diario personal del doctor Serkis Dakaris, jefe de comunicaciones, lingüística, antropología y paleoetnia de la esfera espacio temporal STE-228 Juan Salvo. Hora relativa 172-3 (RA)

He estado tratando de escribir lo más rápido posible, antes que olvide como hacerlo.

Poco de lo que resta de mi humanidad se ha estado diluyendo, transformándose en algo parecido a un espectro. Una sombra.

O nada.

Los recuerdos de mi vida pasada, en el lejano futuro, van y vienen cual si fueran las olas del mar. Mis manos me son ajenas. Mis ojos parecen horadar la oscuridad reinante con nuevas luminosidades y colores, imposibles de llegar a ser identificadas con el pensamiento humano.

Ya no soy más el que era.

Mi ser está por encima de las ataduras carnales de mí ya perdida humanidad. Pero aún sigo preso.

Ellos, esas demenciales potestades acechantes, han tendido redes invisibles que me atan a los extraños rincones en donde aún sigo aguardando.

Siento que, en mi cabeza, extrañas ideas se han estado desarrollando. Nuevos conceptos, que son tan viejos como la historia del universo mismo, se despliegan ante mí devorando cada célula de lo que aun queda de mi cuerpo.

Debo seguir escribiendo, mientras sepa cómo hacerlo.

Debo recordar, mientras un ápice de Serkis Dakaris aún siga gritando desde lo más profundo de mi mente. Debo mover mis manos en busca de las letras, que ahora me parecen tan desconocidas.

La humanidad debe saber, para bien o para mal, sobre su existencia. Sobre su ser. 

Extraños colores. Extrañas voces.

Me hablan...

Me susurran...


Me llaman...



Tan intrigantes. Tan duras...


No debo olvidar quien soy. Todavía no debo dejarme llevar con Ellos. Esta mosca todavía no se halla totalmente atrapada. Debo escribir, aunque ya sienta el ominoso arrastrar entre las sombras de los rincones olvidados de esta biblioteca. Debo escribir. Debo escribir. Debo...

Llega hasta mí una brisa helada y putrescente... y el cántico de miles de voces lejanas. Es el fin de muchas cosas que hasta ahora había creído que eran imperturbables... también es el inicio de otras.

Mis cariñosos padres. Mi amada esposa Alexandra. Mis niños... Cassandra, la mayor, que siguió los pasos de su padre... Aristos, el menor, rebelde y soñador. Todos ellos son figuras apenas entrevistas, olvidadas cuando el sentimiento de pérdida es aún mayor.

¿Qué será de ellos cuando la verdad por fin sea conocida por toda la humanidad?

Doy mi última advertencia... ¡Suspendan de inmediato los viajes en el tiempo! ¡La secta conocida como los Tempoterroristas tiene razón en todo lo que están defendiendo!

No debemos despertar, con nuestra presencia, a las oscuras potestades que habitan los ángulos y los rincones que hay en los contínuums y más allá. Ellos, Los que Acechan, podrían sentirse peligrosamente atraídos por nuestras existencias. Por nuestro tiempo, nuestras realidades...

Por nuestros seres más queridos.

Las guerras mundiales del siglo 20. Vietnam. El 11-S. La tormenta del desierto. El SIDA transcutáneo. La operación Thyphon y el consecuente Diciembre Oscuro. La masacre de Kósovo del 2035. El virus de Van Hess, que arrasó con el 40 % de la población mundial. La cruenta rebelión azteca.

El hombre ha sabido enfrentar horrores espantosos, pero al final de cuentas todos ellos fueron sus propios horrores. En cambio, estas antiguas deidades, y las espeluznantes realidades que traen consigo, se hallan muy alejados de todo lo conocido. Si pudieran acceder a través de las puertas que les estamos abriendo, nuestro mundo sería de Ellos y, así como si fuera un suspiro, la humanidad dejaría de ser.

¡Grandes tecnócratas y científicos del siglo 21 cierren esos malditos portales para siempre! ¡Destruyan todo el conocimiento que hay sobre los viajes en el tiempo! ¡Sigan con sus vidas rutinarias y seguras!

No puedo evitar sentirme, aunque sea por última vez, estúpidamente humano al hacer estas advertencias... aunque las mismas sean probablemente un hato de palabras inútiles.

Ellos, Los que Acechan, también moran en un lugar escondido... un lugar que jamás podrían llegar a imaginar... un lugar en donde se esconde una espantosa amenaza cuyo conocimiento conduciría a la raza humana hacia la desesperación, la locura y el suicidio.

¡El dolor!... ¡Terrible desgarramiento de las moléculas que conforman mi ser!

La sombra ya está aquí. Alexandra, amada mía. Una forma imposible parece vislumbrarse en su seno. ¡Oh, mis queridos hijos! La carne, que ya no es carne, se disgrega hacia infinitos ángulos. El dolor y la sombra son uno. Y son muchos.

Y cantan. Cantan. Cant...


CONTINUA...

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