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domingo, 10 de febrero de 2013

HISTORIAS DEL BUENOS AIRES SECRETO (VII)


EL SECRETO DE LA CRUZ DE THORME (Última entrega)

Luego de esa infausta noche de tormenta del 12 de julio de 1767, la Cruz Daga desapareció de la existencia de la humanidad, para terminar transformándose en uno de los objetos mágicos más buscados por las organizaciones secretas de todo el mundo.

Una de ellas fue la Iglesia Crepuscular del Gran Advenimiento, una de las muchas escisiones que hubo entre los integrantes de la actualmente desaparecida Orden de la Cruz Oscura, la cual tuvo su mayor auge entre los siglos XIX y principios del XX y cuyos preceptos giraban en torno a varios iconos cabalísticos de importancia como Los Textos de L´tor, el Daemonum Sceptrum, los Manuscritos Impheros y la mismísima Cruz de Thorme, a la que consideraban como el instrumento clave para descifrar los verdaderos nombres de los siete dioses primordiales.

Cuentan algunas historias, que la Iglesia Crepuscular, cuya sede principal estaba constituida en algún lugar secreto del barrio de Belgrano, finalmente pudo encontrar la cruz perdida en 1939, abocándose de inmediato a la realización de extraños ritos de sangre que lograría despertar nuevamente al inmenso poder que se albergaba en su interior.
-Barrio de Belgrano a finales de los años 30-
En ese mismo año pueden encontrarse numerosas referencias, en diarios y viejos informes policiales, sobre casos en los que estaban involucrados la desaparición de niños de entre 6 y 10 años en la zona norte de la Capital Federal. Si bien la policía realizó exhaustivas investigaciones, las mismas sirvieron de muy poco, ya que no se halló ninguna pista que permitiera esclarecer todo este misterio. Para paliar una situación que parecía estar escapándosele de las manos, se inventaron presuntos culpables entre algunos de los más notorios criminales.

Pero los niños seguían desapareciendo y jamás volvían a ser vistos.

Tan solo ciertos escritos sueltos, encontrados entre los papeles del desaparecido Enrique Pintos Trejo nos hablan sobre ciertos ritos satánicos en los cuales estaba involucrado el uso de sangre de víctimas inocentes, aun no manchados por los pecados de la carne. Según lo descrito por este autor, esos inhumanos sacrificios eran llevados a cabo por una congregación secreta, cuya adoración giraba en torno de un antiguo objeto profano, conocido como La Cruz de Diablo.

-Égida de la Iglesia Crepuscular
del Gran Advenimiento-
Si bien se pensó en su momento que estos manuscritos eran tan solo nuevas ideas para una futura novela, resultan llamativas las coincidencias existentes entre estos y la historia de la Cruz Daga de Thorme

Lamentablemente, los hechos que se tejieron en derredor de esta suerte de leyenda urbana son nada más que especulaciones y no existen pruebas concretas que avalen esa posible verdad. Lo único real de todo esto eran las continuas e inquietantes desapariciones de los infantes a manos de desconocidas fuerzas que se movían más allá de la ley del hombre.

No se sabe con exactitud que fue lo que sucedió con los integrantes de la secta y su funesto cometido pero, en cierta noche de agosto de 1934, una tremenda explosión conmocionó a todo el barrio de Belgrano. Alertadas por los asustados vecinos, rápidamente se hicieron presentes las autoridades policiales en el sitio donde se había producido la supuesta catástrofe. Una vez allí, comprobaron que se había producido el derrumbe total de una vieja casona colonial abandonada, erigida en un amplio solar que se hallaba ubicado en un lugar actualmente indeterminado de la calle Melian.

La cosa no pasó de una muy poco cuidada investigación que condujo a un callejón sin salida, ya que jamás se hicieron presentes los propietarios del predio para dar las explicaciones pertinentes. Lo que nadie se dio cuenta es que, luego de ocurrida ese siniestro, fue que nunca más volvieron a registrarse las misteriosas desapariciones de niños en la zona.
-Francisca Gutierrez-

Hace aproximadamente 10 años, un reconocido investigador de lo oculto llamado Jorge Ibáñez Tiezza, director periodístico de la revista especializada en sucesos paranormales "Okulto" publicada en España, se dedicó a investigar de manera exhaustiva los hechos que rodearon a todo ese extraño evento, pero le resultó imposible encontrar el lugar exacto en donde se había erigido la antigua mansión. Incluso, le resulto bastante complicado encontrar testigos entre las personas más viejas del barrio. Tan solo doña Francisca Gutiérrez, le pudo narrar la verdadera historia de lo que había sucedido en esas lejanas noches de fines de la década del 30.

“Es difícil que alguien te cuente sobre lo que pasó- Le diría la amable anciana de más de 80 años, en un reportaje realizado para la revista “Okulto”- Fueron tiempos muy feos para los chicos como nosotros. Por ese entonces yo tenía 10 años y todavía lo recuerdo a la perfección.

Yo los veía en la noche, deslizándose como insidiosas sombras entre esa terrible casa y los muchos árboles que había en el barrio, como si estuvieran embarcados en alguna perversa cacería. Varias veces sentí sus frías manos apoyarse en los cristales de las ventanas de la casa en que vivía por entonces. Mis padres permanecían ignorantes ante todo eso, como si estuvieran hipnotizados o embrujados. Yo, por supuesto, tenía mucho miedo que algún día vinieran por mí… porque estaba segura de eran ellos los que se llevaban a los chicos.”

Según lo contado por la buena mujer, corroborado posteriormente por el periodista-investigador, la Iglesia Crepuscular del Gran Advenimiento había sido una poderosa orden místico-religiosa que había reclutado entre sus filas a lo más granado de la sociedad argentina de esa época, entre los que se contaban políticos, empresarios, autoridades religiosas y militares. Se cuenta incluso que llegó a competir de igual a igual con la famosa Logia Masónica, aunque sus fines eran mucho más peligrosos y siniestros.

“Nadie puede poseer un poder tan grande sin que se paguen terribles consecuencias- serían las conclusiones finales de doña Francisca, imbuida de esa sabiduría que otorgan los años, cuando Ibáñez Tiezza le preguntara sobre la súbita desaparición de tan poderosa congregación- Esas personas, a pesar de sus vastos conocimientos sobre ciertas artes que más valdría que fueran olvidadas, no estaban preparadas para despertar ese poder que tanto buscaban… las consecuencias de sus actos fueron pagadas con creces.”

-Página correspondiente a
Los Manuscritos Impheros-
El famoso profesor de antropología cultural José Gizelli, un especialista en antiguas mitologías y supersticiones populares, cita en sus libros que, de las cenizas de la destrucción de la sede que la orden poseía en el barrio de Belgrano, la Cruz Daga reestructuró la carne de sus fieles servidores para transformarlas en nuevas entidades diabólicas, las cuales serían conocidas con el nombre de Los Catecúmenos.

Los pocos sobrevivientes, víctimas de una extraña enfermedad de la carne y de una perversa locura muy difícil de ser definida, se escondieron de la vista del ciudadano común en la intrincada trama arquitectónica conocida como El Laberinto, en los casi desconocidos acueductos de la zona norte y, según algunos informes no muy confirmados, en un remoto e inaccesible pueblo de nuestra Patagonia.

Fue así como la mítica Iglesia Crepuscular del Gran Advenimiento y sus integrantes se desvanecieron en el olvido de las futuras generaciones, hasta verse transformados en otro nuevo mito urbano.

Pero, aunque las pruebas de su existencia sean bastante pobres, muchos investigadores no ha perdido la esperanza de encontrar el solar en donde se erigía la nefasta mansión de la calle Melian, pues están seguros que su descubrimiento les permitirá saber algo más sobre una verdad que ha permanecido oculta por tantos siglos.
-¿Que secretos se ocultan en algunas de las
mansiones de la calle Melian?
-
Es posible que, con el tiempo, alguien pueda llegar a descubrir el destino final de la Cruz Daga de Thorme, pues probablemente aun reposa en algún escondite olvidado. Quizá su nefasto poder aun siga obrando, extendiendo su perversa influencia sobre nuestra querida ciudad de Buenos Aires, como una suerte de cáncer maligno e irrefrenable.

Y muchas veces, observando los hechos que acontece en nuestra realidad cotidiana, se pregunta si no será así.

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