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lunes, 18 de abril de 2011

ENRIQUE PINTOS TREJO, EL ESCRITOR OLVIDADO

Por Daniel Barragán (Alias Terraman)
“Con mis palabras entretejo las realidades de este universo”
El Viajero Persistente (1937)
La literatura argentina ha sabido darnos grandes autores que han trascendido el tiempo y el gusto de los lectores. Nombres como Jorge L. Borges, Ernesto Sábato, Julio Cortazar y Horacio Quiroga han logrado plasmar en sus escritos todas las cosas que pesan sobre la humanidad, con tal maestría que los ha encumbrado en lo más alto de este quehacer artístico.
Pero hubo un privilegiado, quizá el más grande, cuya pasión por la escritura lo llevaría a la injusta condena del olvido. Su nombre, Enrique Pintos Trejo.
En la actualidad, muy pocos pueden hablar con cierta autoridad sobre el mismo, pues su vida y obra permanece en el más absoluto misterio, transformándose en un personaje apócrifo muy difícil de ser confirmado.
Por mera casualidad, gracias al ingeniero Juan Carlos Morón, un bibliófilo que posee una vasta colección de libros muy apreciada entre los entendidos, cayó en mis manos un viejo libro de dicho escritor que se hallaba en muy mal estado de conservación. En su tapa de tela podía leerse, en letras que alguna habían sido doradas, su título: “El Viajero Persistente”.
Apenas leídas las primeras páginas, comprendí de inmediato que me encontraba ante un escritor fuera de lo común. La atracción que esa historia ejerció sobre mí, hizo que no pudiera dejar de leerla hasta muy entrada la madrugada. Inmediatamente, busqué alguna información que me permitiera saber algo sobre un autor que me era totalmente desconocido. Con estupor, comprobé que no había ninguna referencia del mismo en Internet.
¿Quién era este notable escritor del cual no sabía nada?
Averiguar sobre esa vida fue como tratar de armar un rompecabezas del cual faltaban varias piezas. Gracias a mi amigo, viejos diarios y revistas literarias y algunas colecciones privadas a las que pude tener acceso, poco a poco pude desentrañar buena parte de ese misterio. Lo que halle fue mucho más de lo que esperaba, sobre todo de alguien que prácticamente no era recordado por casi nadie.
Enrique Pintos Trejo nació en el barrio de Floresta el 25 de Diciembre de 1900, en una noche marcada por un inesperado eclipse lunar. Hijo de Roque Pintos Trejo, un rico empresario de extracción protestante, y Lucía Miraflores Araoz, una fina dama de creencias católicas, este joven creció en medio de una fuerte dicotomía religiosa que forjó su carácter y sus creencias. Esto lo llevó a leer temas tan disímiles como la filosofía, teosofía, matemáticas y las ciencias sociales, naturales y físicas. Pero sin ninguna duda, su mayor afición se centró en el terreno de la escritura.
Prueba de ello fueron sus “Poemas de Buenos Aires”, publicados en la revista “Alas Porteñas” durante 1916, fueron muy elogiados por importantes críticos de la época, los cuales vieron en el novel autor un gran potencial. Durante casi 20 años, Enrique Pintos Trejo se encargó de ofrecer a los lectores una gran variedad de obras, abarcando temas tan diferentes como la novela policial (La Consistencia Humana -1921- y El Hombre Vacio -1930-), el romanticismo (Bahía de Abril -1919- y La Eva de nuestras Vidas – 1925-), el terror (La Iniquidad de las Sombras -1927- y El Esquema Siniestro -1928-) y la fantasía (La Ciudadela Entrevista -1922-), sin olvidarnos de sus cuentos cortos (Antología de lo Imposible -1928-) y Cuentos de Buenos Aires -1934-) y poemas (La Sensación de Existir -1931-/32). También fue un destacado periodista para los diarios Crítica y La Razón.
Pero su mayor logro fue la novela conocida como El Viajero Persistente, que fuera escrita entre 1936 y 1937. En la misma, este autor reinventa magistralmente el mito del Judío Errante, ofreciéndonos una profunda reflexión sobre la condición humana y las realidades que se van entretejiendo a su alrededor. Es la triste historia de un hombre simple que se halla atrapado en un eterno viaje entre universos e ideas que le son ajenos, los cuales terminan conduciéndolo hacia la locura. Su oscuro y opresivo final, que nos remite a las ominosas tragedias shakesperianas, nos habla sobre la soledad que todos llevamos a cuestas en este mundo que nos tocó en suerte.
¿Cómo era posible que un autor tan valioso haya sido olvidado?
La explicación quizá está dada por su propia vida, la cual estuvo signada por la infelicidad y la fatalidad.
De hábitos solitarios, incluso durante su niñez, Enrique Pintos Trejo vivió una existencia plagada de amigos imaginarios. Sus padres intentaron socializarlo pero fue totalmente inútil. Su rostro poco agraciado y su desbordante imaginación, poco comprendida por otros chicos de su edad, lo transformaron en alguien impopular y, muchas veces, temido.
Llegada la mayoría de edad, el joven Enrique se enamoró de Emilia Sánchez, una joven de 17 años, y para su fortuna se casó con ella al poco tiempo de haberla conocido. El matrimonio fue afianzándose con el correr del tiempo y, gracias a la fresca simpatía de su esposa y a su propia fama como escritor, era común verlos juntos en muchas reuniones sociales y literarios.
Lamentablemente, esa felicidad duraría muy poco. En una noche de 1936, Emilia Sánchez fue atropellada por un carro conducido por un hombre borracho y, luego de una semana de agonía, la joven falleció, devastando el espíritu de su amante esposo.
Enrique volvió a ser la persona hosca de su juventud. Si bien participaba en importantes eventos literarios, hacía lo posible por permanecer apartado de la cháchara de alta sociedad y de los pomposos intelectuales que creían conocer su obra.
La muerte de sus padres, víctimas de una misteriosa e incurable enfermedad, un mortificado Enrique trató de encontrar respuestas que explicaran su mal hado. Renegando de sus creencias, se volcó al estudio  de las antiguas religiones, hecho que le permitió ingresar en la Iglesia Crepuscular del Gran Advenimiento, un herético grupo ocultista dedicado al estudio y la práctica de ciertas artes oscuras emparentadas con la demonología.
En 1937, Enrique Pintos Trejo viajó a Europa con el fin de contactarse con la infaustamente célebre Thule Gessellschaft, una orden esotérica que había prosperado en la por entonces floreciente Alemania nazi. No se sabe con certeza que fue a buscar allí, se habla de la averiguación del paradero de un poderoso instrumento utilizado en sacrificios rituales durante los siglos XII y XIII, pero lo que encontró cambió totalmente su forma de ser.

Grabado que aparece en la primera
página de "El Viajero Persistente"

Esta fue la etapa más oscura de su quehacer literario. Sus escritos se volvieron incomprensibles e inquietantes, estremeciendo a aquellos que los llegaban a leer. Todo eso hizo que fuera perdiendo el favor del público y el alejamiento de los pocos amigos que le quedaban.
Sintiéndose incomprendido y repudiado, Enrique Pintos Trejo se refugió en su hogar paterno, transformándose en un ermitaño de carácter amargado y resentido. No volvió a saberse más sobre este extraño personaje. Su torturada existencia fue diluyéndose, como si fuera un fantasma, hasta ser devorado por la feroz ciudad de Buenos Aires que tanto había llegado a conocer.
¿Un mito? ¿Una realidad? ¿Realmente existió este escritor tan particular? Nadie esta muy seguro. Tan solo queda como prueba de su existencia un nombre…

… y un viejo libro desgastado por el paso inexorable del tiempo.

Artículo originalmente aparecido en la revista "Floresta y su Mundo"


1 comentario:

  1. Vaya! Pués muy interesante...y extraño...Esperó que re-editen de nuevo sus escritos...si es que los encuentran..

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